En educación tenemos un reto importante. Estar a la altura de la circunstancias.
Cambia la sociedad, cambian nuestras relaciones, cambian todo a nuestro alrededor y en la escuela tenemos que mantener el ritmo de estos cambios para ofrecer a todos nuestros estudiantes una enseñanza de calidad.
La única posibilidad es vivir instalados en el cambio y asumir que la escuela es una institución cuya forma de vida es la mejora permanente: somos un ecosistema que solo puede mirar hacia adelante.
Este proyecto de mejora comienza a partir del análisis de nuestra vida en la escuela.
Claramente, los tiempos han cambiado, y los estudiantes y las familias, también. El futuro no es una extrapolación del pasado. Necesitamos analizar si lo que nuestros alumnos están aprendiendo es lo que necesitan saber, y cómo están aprendiendo y cómo necesitan aprender.
La enseñanza es una actividad mediada por la palabra, ya sea oral, visual o escrita. Y, en esta mediación comunicativa, se ponen en juego códigos simbólicos que deben ser compartidos tanto por docentes como por los estudiantes. Con la irrupción de las nuevas tecnologías, la manera en que nos comunicamos cambió. Y, por lo tanto, la forma de aprender, también.
Los profesionales de la enseñanza debemos acompañar estas transformaciones. Para ello los educadores debemos reflexionar sobre cómo aprender y enseñar.
La educación del siglo XXI debe ser integral. Su objetivo tiene que apuntar a dotar al alumno/a de las habilidades, el conocimiento y las competencias necesarias para tener un buen desempeño, tanto en la vida personal como laboral.
Las organizaciones a nivel mundial buscan personas que puedan adaptarse a las complejas situaciones laborales. A tal efecto, buscan sujetos que demuestren destrezas en variadas situaciones.
Tofler (1970) expresa: “Los analfabetos del siglo XXI no serán aquellos que no sepan leer o escribir, sino aquellos que no puedan aprender, desaprender y reaprender“
Hay habilidades para la vida personal y laboral que debemos incorporar en nuestras clases, sin importar qué materia estemos enseñando, si queremos ayudar a nuestros alumnos a estar listos para las exigencias de un mundo cada vez más impredecible y dinámico.
Los docentes debemos complementar el contenido o la información con la enseñanza de habilidades socio-emocionales.
El trabajar con habilidades socio-emocionales nos brinda la oportunidad de trabajar aspectos como la responsabilidad, los estándares éticos, la honestidad, la integridad y el… Profesionalismo.
La NEUROCIENCIA nos ayuda en estos aspectos.
¿Cómo aprende el cerebro? Éste fue siempre un gran interrogante. Antes, las respuestas estaban basadas en investigaciones psicológicas, ya que poco se sabía sobre el cerebro. Pero claro, éstas arrojaban resultados en torno al comportamiento o la conducta, pero no a los procesos de aprendizaje.
Con aportes de la ciencia se comienza a estudiar el cerebro, y a partir de aquí cuando logramos comprender cómo aprendemos. Las neurociencias nos permiten ver qué se esconde detrás de la relación cerebro-aprendizaje, y de otras funciones cerebrales que intervienen en el proceso de aprender.
El proceso de aprendizaje involucra todo el cuerpo y el cerebro, que actúa como una estación receptora de estímulos y se encarga de seleccionar, priorizar, procesar información, registrar, evocar, emitir respuestas motoras, consolidar capacidades, entre otras miles funciones.
Si queremos, los profesores, ayudar a los alumnos a prender, debemos entender cómo funciona el cerebro. Entender qué se esconde detrás de las emociones, cómo podemos ayudar a nuestros alumnos a recordar más, cómo procesar la información, va a marcar la diferencia entre enseñar y ayudar a aprender.
En el P.N.F.P. en el Cuaderno de Acompañamiento N° 12 de SPIyCE expresa:
El enfoque formativo centrado en el desarrollo de capacidades se inscribe en el marco de la Ley de Educación Nacional y en la Ley de Educación Provincial, las que alientan a pensar en proyectos pedagógicos que contribuyan a formar integralmente a estudiantes capaces de transitar trayectorias escolares y vitales ricas y potentes.
La concepción de capacidades en torno a las cuales se establece la Prioridad Pedagógica vinculada con la mejora de los aprendizajes las entiende como “potencialidades que remiten a procesos sociales, afectivos y cognitivos que permiten a los sujetos responder en distintas situaciones y en condiciones más favorables” (Gobierno de Córdoba, Ministerio de Educación, 2014 a, p. 2). Así, la orientación de las propuestas formativas de las escuelas hacia el desarrollo de las capacidades definidas por el Ministerio de Educación de la Provincia de Córdoba como fundamentales (oralidad, lectura y escritura; abordaje y resolución de situaciones problemáticas, pensamiento crítico y creativo, trabajo en colaboración para aprender a relacionarse e interactuar) implica una apuesta decidida por el máximo despliegue de las potencialidades de los estudiantes, lo cual supone propiciar la adquisición de habilidades, desde las más simples a las más complejas, que van a permitirles desenvolverse en la vida cotidiana, formarse como personas críticas, creativas y capaces de actuar de una manera constructiva.
En este sentido, una faceta fundamental del aprendizaje emocional y social de los estudiantes es el desarrollo de las llamadas habilidades sociales. Si bien no hay consenso al momento de definirlas y clasificarlas , más allá de las diferencias planteadas por los autores, teniendo en cuenta el componente situacional, personal y social, así como el que refiere al reconocimiento del otro, podríamos conceptualizarlas como el desempeño de un individuo en un contexto interpersonal que implica la expresión de sus sentimientos, actitudes, deseos, opiniones o derechos de un modo adecuado a la situación, respetando esos desempeños en los demás, y resolviendo los problemas inmediatos de la situación, mientras se minimiza la probabilidad de futuros problemas (Caballo, 2007).
Es importante tener en cuenta tres atributos básicos de las habilidades sociales en el proceso de enseñanza (Coronado, 2008):
• Flexibilidad: posibilidad de adaptarse al contexto, a la situación y a los sujetos de la relación.
• Apertura: posibilidad de manifestarse a los demás y, a la vez, ser receptivos.
• Polaridad: posibilidad de relacionarse entre la cordialidad y la asertividad.
En tanto el desarrollo de capacidades –tal como lo destacábamos- se realiza asociado a procesos cognitivos, afectivos y sociales, es importante especificar las habilidades involucradas en esos procesos que pueden ser desarrolladas en el ámbito escolar:
•habilidades cognitivas,
•habilidades intrapersonales y
•habilidades interpersonales.
Las habilidades cognitivas son operaciones de pensamiento por medio de las cuales los estudiantes se apropian de los contenidos y del proceso que llevan a cabo para ello; son aquellas que facilitan el conocimiento y operan sobre la información recibida.
Entre ellas se destacan, entre otras:
•la atención,
•la comprensión,
•la elaboración.
Las habilidades intrapersonales son aquellas que permiten al estudiante reconocer y expresar sus emociones de modo de conocerse a sí mismo y de aceptar sus sentimientos, lo que contribuye con el desarrollo de la autoconfianza y la automotivación. Entre éstas podemos identificar:
•la autopercepción (habilidad que permite al estudiante reconocer su imagen, entender y aceptar sus sentimientos, potencialidades, fortalezas y debilidades),
•la identificación de las propias emociones (habilidad que posibilita reconocer las emociones propias y las de los demás),
•la tolerancia a la frustración (habilidad para aceptar sanamente el error y las limitaciones en el logro de un objetivo y replantearlo si es necesario), entre otras.
Las habilidades interpersonales –componentes de las habilidades sociales a las que hemos hecho referencia- son aquellas que permiten al estudiante relacionarse mejor con las personas, interactuar con los demás de una manera favorable, atendiendo las necesidades de los otros. Entre ellas, se destacan:
•la empatía (habilidad para percibir y entender el estado emocional de la otra persona, considerando que su respuesta emocional puede ser diferente de la propia),
•la escucha activa (habilidad que permite captar la mayor parte posible del mensaje del interlocutor asumiendo una postura empática, atenta y libre de prejuicios),
•el manejo de conflictos interpersonales (habilidad para resolver una situación tomando en cuenta las necesidades, los intereses y el estado emocional de uno mismo y de las otras personas), entre otras.
Se trata, entonces, de pensar las habilidades en una direccionalidad otorgada por la intencionalidad de las propuestas de enseñanza, como posibilitadoras del desarrollo de capacidades fundamentales. No se trata de adquirir capacidades ni de alcanzarlas en un sentido unidireccional ni unívoco (como si fuesen metas), sino de desarrollarlas de manera diversa a partir de la acción intencional de la enseñanza en escenarios escolares cada vez más complejos.
Habilidades que posibilitan el desarrollo de las capacidades fundamentales
Estas Prioridades Pedagógicas que muy acertadamente plantea el P.N.F.P. serán desarrolladas con mayor eficiencia si tenemos en cuenta las emociones en el aula. Un docente emocionalmente inteligente y afectivo, y un marco de clima favorable en el aula son factores esenciales para el aprendizaje.
Estudios actuales en neurociencias demuestran que crear una conexión emocional entre un docente y sus alumnos es muy importante, ya que mejora los resultados y la calidad de los aprendizajes.
Las emociones interactúan con las habilidades cognitivas y pueden afectar la capacidad de toma de decisiones, de razonar, de recordar, y hasta la disposición a aprender.
Las emociones son impulsos arraigados que nos llevan a la acción. Mientras que el estrés inhibe el aprendizaje, las emociones positivas lo favorecen.
Si bien un contenido relevante despierta el interés de los estudiantes, ellos aprenden más y mejor cuando, además, alumnos y docentes forman un lazo emocional: el aprendizaje es mucho más efectivo.
Un alumno motivado y conectado emocionalmente va a experimentar un proceso mucho más positivo en relación con el aprendizaje.
Por lo tanto, enfocarnos en alentar el desarrollo del comportamiento social y emocional en la escuela resulta fundamental para favorecer la trayectoria escolar de nuestros chicos y chicas.
Una investigación científica ha demostrado que la autoconciencia, la confianza en uno mismo, la empatía y autorregulación de las emociones y los impulsos perturbadores no sólo mejoran la conducta del alumno, sino que también inciden muy positivamente en su rendimiento académico.
16° Congreso Regional de Educación tiene como objetivo que los docentes se capaciten en “LOS APRENDIZAJES Y LAS EMOCIONES” para aplicarlo en sus prácticas ya que tenemos la certeza que va incidir positivamente en el aprendizaje de nuestros estudiantes.